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¿Puede una máquina pensar?

En su documento de 1950, Alan Turing sugirió que la pregunta «¿Puede pensar una máquina?» era demasiado vaga y filosófica para tener cualquier valor. Para hacerla más concreta, propuso un «juego de imitación». La prueba Turing, como llegó a ser conocida, implica a dos personas y una computadora. Una persona, el interrogador, se sienta a solas en una sala y escribe preguntas en un terminal. Las preguntas pueden versar sobre cualquier tema: matemáticas, ciencia, política, deportes, ocio, arte, relaciones humanas, emociones. A medida que las respuestas a las preguntas aparecen en el terminal, el interrogador intenta adivinar si esas respuestas fueron escritas por la otra persona o generadas por la computadora. Una computadora puede demostrar un comportamiento inteligente si engaña repetidamente a los interrogadores haciéndoles pensar que es una persona.

Turing no proyectó esta prueba como la única forma de demostrar la inteligencia de una máquina; apuntó que una máquina, aun fallando, todavía podría ser inteligente. Aun así, Turing creía que las máquinas podrían pasar su prueba durante el siglo. Hasta el momento, ninguna computadora se ha aproximado, a pesar de 40 años de investigación en IA. Mientras algunas personas todavía se aferran a la prueba de Turing para definir la inteligencia artificial, la mayoría de investigadores de IA favorecen las definiciones menos rigurosas.